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Gordín
Por Roberto Jacoby
Es la segunda vez que el pintor Gordín expone en el ICI. La anterior, en 1992, fue un acontecimiento que conmovió a los peatones de la calle Florida, que en su mayoría no sólo ignoraba la existencia del pintor Gordín sino incluso la del ICI, por no mencionar el Arte Moderno, en general. Para delicia del porteño y por qué no del turista, en menos de medio metro cuadrado, el joven artista presentó las más ambiciosas installations que jamás se hayan exhibido en Argentina y, sobre todo, presentó al ICI y a su Público en calidad de instalaciones. Aquella vez a Gordín no lo habían invitado a exponer en el ICI pero eso no lo detuvo. Me pidió prestado un ICI que yo tenía tirado por ahí y expuso nomás.
A través de sus regocijantes visitas guiadas, los transeúntes se introducían al maravilloso mundo del arte contemporáneo en versión Gordín, es decir, en versión miniatura.
El hecho de haber expuesto en el ICI llamó la atención de las autoridades del ICI que no dudaron en invitarlo a exponer ahora, en 1993. No puede ser casual que Gordín se dedique a lo mini: el nombre Gordín es desde ya un diminutivo simpático y cariñoso. Así que una especie de destino gobierna su arte portátil.
César Aira ha establecido la relación entre la pequeña escala y la representación en su admirable ensayo sobre Copi: «la miniatura es un objeto artístico a priori».
En la obra de Gordín, lo poético surge de un cruce entre la idea de «modelo del mundo» y la mirada niña. La fascinación de los chicos por las casas de muñecas o los autitos, reside en la noción de símil habitable: el que se pueda inventar un doble mundo, un universo que se sabe «de mentira» pero en el que uno puede instalarse y disfrutar. Esto está implícito en el concepto de «juguete» y también en el concepto de «arte». La poética de Gordín es, entonces, juguetona, en particular cuando trata uno de sus temas favoritos: el arte actual. Sus installations, sus kits para fabricar installations, sus galerías del Soho, versan sobre la autorreferencialidad en clave no menos desopilante que profunda.
La dificultad de acceso a los circuitos de exhibición, lo diminuto del mercado local, la lejanía del mercado internacional y el alto costo de los materiales han desesperado a muchos aspirantes pero no a Gordín. Demostró que para un verdadero artista, aunque sea argentino, no hay imposibles cuando cultiva dos sentidos básicos, el de las proporciones y el del humor.
Pero ni la adaptación a una realidad jíbara ni la economía de recursos o la facilidad de almacenamiento y transporte, son el mayor de los méritos en la obra de Gordín.
Un aspecto encantador es el carácter narrativo de las piezas. Esto lleva a una de las principales fuentes de inspiración de sus trabajos: la movida de comics grunge de Seattle, en especial los de Fantagraphics. Los muchos relatos posibles implícitos en las obras de Gordín hacen surgir una temporalidad que, si puede decirse así, expande la imagen. Doble expansión si tomamos en cuenta su obra reciente, las miniaturas gigantes.
Lo más interesante es, sin duda, el efecto de «telescopio invertido que crea una lejanía inmediata, ready made» (C. Aira). Y paradójicamente, esa distancia hace que uno no «mire» las obras sino que se incluya en ellas como un personaje más o bien que nuestro propio mundo se miniaturice. Nos pone en nuestro lugar.
SEBASTIÁN GORDÍN, n. Buenos Aires, 1969.
Estudió dibujo en la Escuela de Bellas Artes “Manuel Belgrano” de Buenos Aires de la cual egresó en 1989 como profesor de dibujo. Ese mismo año realizó su primera muestra individual Gordín Pinturas en la Galería del Centro Cultural Ricardo Rojas. En 1992, expuso sus obras en el Casal de Catalunya y en el mismo año desarrolló en la puerta del Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), ubicado en la calle Florida de Buenos Aires, una performance en la cual ubicó una maqueta de la institución, obra de Roberto Jacoby y Daniel Melgarejo, sobre la que montó su muestra en miniatura y además realizó visitas guiadas para los transeúntes, iluminando con una linterna de minero puesta en su cabeza. En 1996, presentó en el Centro Cultural Ricardo Rojas la muestra Gordinoscopio: un grupo de cajas en cuyo interior se reproducen a escala reducida y con detalle diferentes ámbitos como piletas cubiertas, oficinas y teatros que el visitante podía ver a través de una mirilla. Ese mismo año, participó como invitado en el Taller de Barracas. Otras de sus muestras tuvieron lugar en el ICI (1993,2001), la Fundación Telefónica de Buenos Aires, bajo el título Pequeños reinos (2003), la galería Ruth Benzacar (2017, 2011,2006), la galería Rosenfeld Porcini de Londres (2016), la galería Oscar Cruz (2010, 2015), la galería Distrito 4 de Madrid (2007), y la galería Baró Cruz de San Pablo (2007). Entre 1996 y 2002, realizó residencias en diferentes ciudades de Francia, donde también llevó a cabo exposiciones, entre ellas en Frac des Pays de la Loire. En 1997, recibió una beca y un subsidio a la creación de la Fundación Antorchas y al año siguiente fue beneficiario de una beca del Fondo Nacional de las Artes. Ha recibido los premios a la segunda mejor obra Salón Nacional de artes visuales y Premio Klemm (2018), Braque (1994), Konex (2002,2012), Petrobras ArteBA (2004) y el primer premio adquisición de la Bienal de Arte de Bahía Blanca (2001). En 2014, tuvo lugar su exposición retrospectiva Sebastián Gordín. Un extraño efecto en el cielo en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Más info: https://www.ruthbenzacar.com/artistas/sebastian-gordin/