CONCEPTUALISMO ADOLESCENTE / CONCEPTUALISMO DIDÁCTICO
Por Francisco Lemus, curador de la muestra.
¿Qué lugar ocupó el conceptualismo en los años 90 en Buenos Aires? En ocasiones, al referirnos a esta década el conceptualismo es dejado lado, se lo asocia al neoconceptualismo global y se lo toma como una práctica antagónica al programa curatorial de la Galería del Centro Cultural Rojas. Pocas veces se indagó en su relación con el humor, el juego, la cultura visual y las estrategias visuales del underground. Por lo general, el conceptualismo es presentado como una experiencia fría, plagada de signos que requieren mediaciones y estrechamente ligada a la politización del arte. A partir de esta pregunta, la exposición exhibe un conjunto de obras que plantean una mirada alternativa. Aclaración: las obras no siempre fueron concebidas como conceptuales, mantienen una indefinición estética y disciplinaria, ahí radica su encanto. Sin embargo, arrojo esta idea para ingresar en los noventa desde un lugar poco transitado, una apuesta crítica que fue anticipada en el primer capítulo. Propongo que observemos estas obras por medio del conceptualismo, me interesa poner en relieve el grado de impureza de estas imágenes y lo difícil que resulta su catalogación en tanto ocupan un lugar incómodo en las historias oficiales.
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Las primeras obras tienen como punto de partida una posición marginal en el mundo del arte. Son imágenes que piensan la escena con ironía, una escena que hacia los años noventa comenzaba a reconfigurarse a partir de la emergencia de nuevos artistas y la creación de espacios destinados a las artes visuales. Las historietas de Roberto Jacoby y Sebastián Gordín, realizadas entre 1989 y 1991, fueron hechas originalmente para ser publicadas en la revista Fierro, en ellas se pueden leer relatos sarcásticos sobre la historia del arte, los museos y el anhelo de “internacionalización” del arte argentino. Las historietas mezclan personalidades de la farándula y la cultura con temas bien argentinos, como el psicoanálisis y las crisis económicas. También, es posible identificar escenarios apocalípticos caracterizados por el fin de la historia y los avances tecnológicos que atravesaron al último tramo del siglo XX.
En el invierno de 1990, Carlos Subosky, Esteban Pages, Emiliano Miliyo y Máximo Lutz emprendieron lo que fue su último proyecto grupal, Esculturas y Fotografías. Meses antes, se había disuelto el grupo Mariscos en tu Calypso que también integraban Gordín y Fernando “Coco” Bedoya. El grupo se había formado en la Escuela de Bellas Artes “Manuel Belgrano” y constituía una pequeña usina de intereses comunes: cómics, transvanguardia, arte pop, música y cine. A finales de los años ochenta, los Mariscos mantenían cierta lógica antisistema, se movían en la contracultura y exponían en espacios como la discoteca Cemento, Medio Mundo Varieté y la Biblioteca Popular “José Ingenieros”. Su mirada sobre circuito oficial del arte era incisiva. Para el proyecto Esculturas y Fotografías, los artistas fotografiaron de incógnito a curadores, críticos, galeristas y artistas luego dejarles un kit de aeromodelismo en la puerta. En las fotografías, se puede ver un mapa de las artes cuyo telón de fondo era una ciudad de contrastes urbanos y sociales. En una de las fotos, aparece la entrada del Instituto de Cooperación Iberoamericana, un espacio artístico y cultural consagratorio para los jóvenes artistas que fue dirigido por Laura Buccellato. Fue ahí donde Sebastián Gordín realizó visitas guiadas a una pequeña maqueta que replicaba una muestra imaginaria en la institución.
En los años noventa, la fotografía experimentó cambios, se contaminó del arte contemporáneo para desentenderse del registro testimonial que la caracterizaba hasta ese entonces. La creación de la Fotogalería del Centro Cultural Rojas (1995), a cargo de Alberto Goldenstein, marcó un punto de inflexión en los modos de pensar la fotografía, estas ideas se proyectaron más allá de los límites de la disciplina en clínicas y talleres. Las fotografías de Raúl Flores responden a estas transformaciones, registran piletas llenas de platos sucios, heladeras en las que abunda el alcohol y comidas diarias, improvisadas y económicas, que funcionan como naturalezas muertas de los noventa. Para Flores la fotografía es lo que está ahí, en su entorno más próximo, una imagen que no necesita ser estilizada, una práctica donde la experimentación y el sentimentalismo deben ser medidos para evitar la grandilocuencia.
En 1994, Rosana Fuertes presentó Los 60 no son los 90 en la Fundación Banco Patricios. La obra estaba compuesta por cinco hileras de pequeñas camisetas de cartón pintado en las que contrastaban las diferentes estampas: el icónico rostro del Che Guevara sobre color rojo, una flor con la leyenda del título de la obra en su interior y el rostro del presidente Menem sobre el color rosa pastel asociado al imaginario artístico de la época. Fuertes, quien se había formado con el artista pop Pablo Menicucci en la ciudad de Mar del Plata, también se desempeñaba como maestra en la escuela primaria. En las obras realizadas en estos años, Fuertes incorporó los símbolos que ofrecen la historia, las costumbres populares y la cultura visual de Argentina: el pop se entrecruza con el uso conceptual de las imágenes para dar lugar a una extrema prolijidad, esa misma que poseen las cartulinas escolares y las superficies modificadas por el diseño gráfico. En una primera vista, sus obras parecen didácticas, ofrecen un muestrario del consumo alienado que caracterizó a los años noventa, sin embargo, en cada camiseta subyacen las tensiones que aquejaron al campo artístico en torno al rol social y político del arte.
ORGULLO Y PREJUICIO
Arte en Argentina en los 90 y después. Capítulo I. Introducción
. Capítulo II. Conceptualismo adolescente / Conceptualismo didáctico